2
ORIGEN Y BREVE HISTORIA DEL VINO EN ESPAÑA
La
historia del vino ha discurrido paralelamente a la historia de la humanidad.
Como ya vimos, los arqueólogos han encontrado indicios que fijan el origen de
la primera cosecha de vino en Súmer, en las fértiles tierras regadas por el
Tigris y el Eúfrates en el Próximo Oriente, en la antigua Mesopotamia. Desde
Súmer llegó a Egipto, donde rivalizaría con la cerveza que se elaboraba en el Antiguo
Egipto (3.000 a.C.). A la península ibérica llegó con los fenicios (púnicos)
sobre el siglo VI ó V a. C. por dos vías de penetración, una por el NE, la
costa catalana y otra por el SE, en la bética. Luego serían los griegos que lo
trasladarían a sus colonias. Pero fueron los romanos los auténticos maestros de
los vinicultores ibéricos (1), el primer mosto que obtenían lo
utilizaban para la preparación del "mulsum" para lo que se mezclaba
con miel y se dejaba envejecer para servirlo como aperitivo. El resto del mosto
se dejaba fermentar en inmensas tinajas llamadas "deoliae", una vez
fermentado este vino se clarificaba con ceniza, arcilla, polvo de mármol, resina,
pez y también, como los griegos, con agua de mar. Se envasaba en ánforas de
barro, se le inscribía el año de la cosecha y se dejaba envejecer en las
habitaciones altas de la casa cerca de las chimeneas.
El
comercio y exportación de vino desde Hispania hacia el Mediterráneo llegó a ser
una actividad económica muy importante, y ya en el comienzo de la era
cristiana, los vinos españoles se convirtieron en una de las mercancías más
comunes en los intercambios comerciales del Mediterráneo y norte de África.
Toda
esta actividad viticultora se vio frenada con el declive del Imperio romano y
las invasiones bárbaras, cuyas primitivas hordas destruyeron gran cantidad de
viñedos. Esto fue así hasta la llegada de los visigodos, más romanizados, que
eran grandes bebedores sobre todo de vino –aunque también gustaban de la sidra
(sicera) y de la cerveza (cerevisia)- por lo que concedieron gran importancia a
la viticultura. Los visigodos conocían diversas variedades de uvas que las
utilizaban como alimento y también para elaborar vinos, así por ejemplo (1):
de la uva llamada "aminta" obtenían vino blanco, de la
"apiana" vino dulce. Al vino puro le llamaban "merum" y
"mostum" al recién salido del lagar, "roseum" al tinto y
"amineum" al vino blanco y por último llamaban "passum" al
vino obtenido de uvas pasas.
Con la
llegada de los árabes en el siglo VIII, volvieron a surgir algunas dificultadas
para la elaboración de vino, consecuencia de la prohibición coránica de
consumir bebidas alcohólicas, aunque la realidad era que los árabes españoles
bebían vino en abundancia, sobre todo en los festejos y en privado. Con mayor o
menor disimulo se realizaba un activo comercio del vino. Por otra parte es
conocida la permisividad de algunas dinastías más liberales hacia los
cristianos dominados, a los que permitieron continuar con el cultivo de sus
viñedos y la elaboración del vino, sobre todo en los monasterios, consecuencia
de ello es que el cultivo de la vid continuó e, incluso, se mejoró durante el
periodo de dominación musulmana.
Sin embargo, será durante la reconquista
cuando se produce el despegue definitivo de la viticultura en la que juegan un
importante papel las comunidades religiosas y los monasterios. El vino era
imprescindible para la celebración de sus ritos religiosos, aunque no se
conformaron con el necesario para su culto, sino que se encargaron también de
abastecer sus bodegas para alegría de los lugareños y peregrinos. De este modo,
las viñas comenzaron de nuevo a florecer alrededor de los monasterios y abadías
para extenderse posteriormente a otros terrenos. En este periodo se hace
extensivo el uso de las barricas de madera para almacenar el vino y, surgen las
primeras bodegas.
Las viñas se fueron extendiendo alrededor
de los monasterios cubriendo terrenos a lo largo del Camino de Santiago, la
cuenca del Duero y del alto Ebro. Por el Camino de Santiago entran nuevas
variedades de uva como por ejemplo la Albariño, al parecer de origen alemán,
traída por los monjes cistercienses, al tiempo que van surgiendo los vinos (1)
de la ribera del Duero, Lerma, Palencia, el Bierzo y más al norte de los
viñedos de la cuenca del Sil. También aparecen vinos en los campos de Castilla
a orillas del Eresma así como en la Serena y en tierras de Barros casi en la
frontera morisca. A partir del siglo XII comienzan a plantarse viñedos en
Cataluña y en la zona de Jerez. Los siglos del XII al XIV corresponden a un
florecimiento de los vinos catalanes, principalmente en la zona sur del río Llobregat
y por estas fechas fue cuando se formaron los importantes viñedos del Penedés y
del campo de Tarragona.
Al
tiempo los colonos que vienen del norte empiezan a repoblar los campos
reconquistados bajo la protección de las órdenes Militares de Calatrava,
Santiago y San Juan. En la Mancha surgen vinos que fueron bravos y toscos, que
llegarían a producirse en gran cantidad bajo el apelativo de vinos manchegos (1).
Hacia
el Siglo XVI, a las puertas del siglo de Oro, comienzan en España a perfilarse
las distintas zonas vinícolas, siendo los vinos de la tierra los que se
consumen: vinos de Madrid, de la Mancha, de las tierras de Castilla y León
(Cigales, Toro, Rueda, Cacabelos...), de Navarra, de Aragón (donde ya eran muy
conocidos los vinos de Cariñena), de Cataluña (Tarragona, del Priorato,
Ampurdan y Tierras Altas), de Valencia (durante el siglo XVI los vinos
alicantinos más afamados eran los de Villena, Denia, Pinoso o Monóvar y de
Valencia los de Sagunto). De los vinos Andalucía, que a pesar de tener una
historia de muchos siglos eran poco conocidos en la Corte, destacaba sobre
todos los de Jerez de la Frontera. A finales del siglo XV los vinos de Jerez
eran ya exportados, sobre todo a Inglaterra. El vino de Malaga era conocido con
el nombre de "Pedro Ximénez". En el siglo XVI Andalucía disponía de
muchos y buenos vinos. Los vinos extremeños, posiblemente los primeros en
llegar al Nuevo Mundo, eran los preferidos de Carlos I. Algunos vinos canarios,
especialmente la malvasía de Tenerife y los moscateles de Lanzarote y la
Orotava tenían gran aceptación en Europa, sobre todo en Inglaterra donde se les
tenía gran estima. Shakespeare los cita constantemente. Vinos de Icod de los
Vinos, de Tegueste, Güimar, Taganana, Arafo y San Andres.
Como dice Eugenio Barea (1):
“durante los siglos XVI y XVII los vinos gallegos tenían poca proyección pues
casi en su totalidad eran elaborados por los monjes para su culto. Era muy
nombrado un vino tinto que conocía como tinto de Orense, al que más tarde se le
llamó "vino tostado". Pero en esta época el mejor vino era el llamado
"Santo Vino" de Ribadavia, afamado blanco orensano, Tirso de Molina
lo llamó vino fondón y Estabanillo González decía que le despertaba
"saudades" de su tierra, era un vino que se exportaba a Genova y
sobre todo a Inglaterra, que lo compraban a precio de oro, enriqueciendo a los
viticultores gallegos, pronto salieron al paso los llamados cristianos del vino
que decían que aquellos comerciaban con herejes, por lo que se prohibió esta
exportación, lo que dio origen a que los comerciantes ingleses compraran sus
vinos a los portugueses dando un impulso a la producción del "porto"
y de otros vinos en la ribera del Douro”.
De los
vinos de Rioja se sabe que en el siglo XVI salían de Vitoria hacia Bilbao, para
hacer competencia a los vinos de Castilla, Ribadavia, y al propio chacolí. En
el siglo XVII se asentó firmemente en Vizcaya el comercio de los vinos de
Rioja. Ya por entonces Logroño era un emporio vinícola junto a Calahorra y
Haro. El siglo XVIII fue cuando se consagraron los vinos riojanos.
Los siglos XVII y XVIII fueron épocas
de popularidad para varios vinos españoles, especialmente para el Jerez, el
Málaga y el Rioja. Entre los vinos gallegos, el más afamado seguía siendo el de
Ribadavia en la provincia de Orense, cabeza de los famosos Ribeiro ó los de
Amandi citado por Cervantes en su Novelas Ejemplares ó los de Salnés, cuyas
cepas dieron vida al famoso Albariño en la comarca de Cambados.
En el
siglo XVIII (2) “la viticultura va a tener un importante desarrollo,
debido a la propia expansión agrícola del país, y como respuesta a una
creciente demanda. El hecho más destacado es la incipiente especialización de
algunos terrenos para el cultivo de la vid, lo que fue acompañado de un cierto
desarrollo económico”. Se introducen nuevas variedades de vid procedentes,
sobre todo, de Francia e Italia que se plantan en estacas y en injertos,
perfeccionándose las técnicas de vinificación. Comienzan a utilizarse las
botellas de vidrio para conservar el vino y se inventa el tapón de corcho. Y un
hecho importante es que el monje Dom Pérignon descubre cómo elaborar el vino
espumoso en la región de Champagne.
Dentro del movimiento ilustrado la vid y
el vino tiene también su sitio surgiendo cierta literatura, con el sano objeto
de optimizar el cultivo de la vid y mejorar la calidad del vino, siendo
numerosos los trabajos que aparecen referidos a la mejora de la producción
vitivinícola. El siglo XVIII es pues testigo de la mejora en la elaboración de
los vinos españoles, tanto por el propio placer a los sentidos como por
cuestiones crematísticas para poder competir con los caldos que se elaboran en
el extranjero o con otros nacionales que podían resultar competitivos en
mercados propios.
El siglo
XIX es crucial en la industria vinícola española (3): Se implantan
nuevas técnicas industriales de elaboración que sustituyen a las tradicionales
artesanales. Por otro lado, la llegada de la filoxera al norte de Europa, que
devastó los viñedos a mediados de siglo, contribuyó a con-solidar la
vinicultura en España. Muchos vinateros franceses se establecieron al otro lado
de los Pirineos, principalmente en la Rioja, Navarra y Cataluña, como única
forma para continuar con su medio de vida y trajeron consigo sus variedades de
uva, maquinaria y métodos, entre los que destacaban la disposición de las
cepas, el control de la fermentación o el sulfitado. Algunas de las
plantaciones de Cabernet-Sauvignon y Merlot existentes en la actualidad en La
Rioja y Ribera del Duero proceden de este tiempo.
Sin
embargo, a finales del siglo la plaga terminó afectando a la península.
Afortunadamente en aquel momento ya se conocía la solución para acabar con
ella: injertar sobre patrón americano, inmune a la plaga, con lo que la
recuperación de las viñas y su producción resultó menos traumática que otros
países europeos. A pesar de todo ello durante el siglo XIX los viñedos se multiplicaron
y se obtuvieron producciones copiosas de vino, donde la cantidad superaba a la
calidad. Eran caldos de entre 13 y 14º, que cuando se encabezaban con
aguardiente se llegaban a los 18º (1).
Pasadas
estas calamidades, a finales del siglo XIX, comienza a florecer una nueva
actividad vinícola. Josep Raventos, después de varios viajes a la Champagne
obtiene su primera botella de vino espumoso (cava) en su bodega de Can
Codorniú.
Desde
entonces, las reestructuraciones de viñedos y la renovación y modernización de
los procedimientos de elaboración han caracterizado la actuación de los
viticultores y vinicultores españoles, hasta situar a los vinos de España en
igualdad de condiciones competitivas que los foráneos, tanto en el mercado
nacional como mundial.
El
siglo XX es trascendente para el vino en cuanto a la evolución de su calidad, y
gracias a las investigaciones de Pasteur de la tecnología aplicada a la
elaboración del vino y al nacimiento de Estaciones de Viticultura y Enología en
las zonas productoras del país, dependientes
del Instituto Nacional de Investigaciones Agronómicas creado en los años 30 que
sirven al desarrollo y divulgación de la Enología. Antes en los años veinte se
había creado la Oficina Internacional de la Viña y el Vino para resolver los
problemas que surjan en la vid y en el vino, dividida en tres secciones,
viticultura, enología y legislación.
En el
año 1932 nace el Estatuto del Vino, que persigue todo aquello que tienda a
distorsionar el mercado de los vinos, y en 1970 se crea el Instituto Nacional
de Denominaciones de Origen.
Al
final de la década del setenta y en los años ochenta del siglo XX comenzó en
España la modernización a gran escala del sector vitivinicola, poniéndose
especial énfasis en la producción de vinos de calidad. Consecuencia de ello fue
que aumentó considerablemente la cantidad y calidad del vino producido, de modo
que al comienzo del siglo XXI la reputación de los vinos españoles los hace
competitivos en el mercado mundial del vino.
El 10
de julio de 2003 ve la luz la Ley de la Viña y el Vino. Una ley de cuatro
títulos, que tratan sucesivamente de los aspectos generales de la viticultura,
de la protección del origen y la calidad de los vinos, del régimen sancionador
y del Consejo Español de Vitivinicultura.
Referencias
(1)
Eugenio Barea Suarez. Historia del Vino 1ª Parte - Grupo Gastronomico Gaditano.
grupogastronomicogaditano.com/Articulos/HistoriaVino1.htm
(2) [PDF]La
vid el vino en la literatura economica del si lo XVIII
ler.letras.up.pt/uploads/ficheiros/9609.pdf
(3) Historia
- Vinos de España
www.winesfromspain.com/.../0,3346,1559872_6779257_6779013_0,00...
No hay comentarios:
Publicar un comentario