sábado, 30 de junio de 2018

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ORIGEN Y BREVE HISTORIA DEL VINO EN ESPAÑA

La historia del vino ha discurrido paralelamente a la historia de la humanidad. Como ya vimos, los arqueólogos han encontrado indicios que fijan el origen de la primera cosecha de vino en Súmer, en las fértiles tierras regadas por el Tigris y el Eúfrates en el Próximo Oriente, en la antigua Mesopotamia. Desde Súmer llegó a Egipto, donde rivalizaría con la cerveza que se elaboraba en el Antiguo Egipto (3.000 a.C.). A la península ibérica llegó con los fenicios (púnicos) sobre el siglo VI ó V a. C. por dos vías de penetración, una por el NE, la costa catalana y otra por el SE, en la bética. Luego serían los griegos que lo trasladarían a sus colonias. Pero fueron los romanos los auténticos maestros de los vinicultores ibéricos (1), el primer mosto que obtenían lo utilizaban para la preparación del "mulsum" para lo que se mezclaba con miel y se dejaba envejecer para servirlo como aperitivo. El resto del mosto se dejaba fermentar en inmensas tinajas llamadas "deoliae", una vez fermentado este vino se clarificaba con ceniza, arcilla, polvo de mármol, resina, pez y también, como los griegos, con agua de mar. Se envasaba en ánforas de barro, se le inscribía el año de la cosecha y se dejaba envejecer en las habitaciones altas de la casa cerca de las chimeneas.
El comercio y exportación de vino desde Hispania hacia el Mediterráneo llegó a ser una actividad económica muy importante, y ya en el comienzo de la era cristiana, los vinos españoles se convirtieron en una de las mercancías más comunes en los intercambios comerciales del Mediterráneo y norte de África.
Toda esta actividad viticultora se vio frenada con el declive del Imperio romano y las invasiones bárbaras, cuyas primitivas hordas destruyeron gran cantidad de viñedos. Esto fue así hasta la llegada de los visigodos, más romanizados, que eran grandes bebedores sobre todo de vino –aunque también gustaban de la sidra (sicera) y de la cerveza (cerevisia)- por lo que concedieron gran importancia a la viticultura. Los visigodos conocían diversas variedades de uvas que las utilizaban como alimento y también para elaborar vinos, así por ejemplo (1): de la uva llamada "aminta" obtenían vino blanco, de la "apiana" vino dulce. Al vino puro le llamaban "merum" y "mostum" al recién salido del lagar, "roseum" al tinto y "amineum" al vino blanco y por último llamaban "passum" al vino obtenido de uvas pasas.
Con la llegada de los árabes en el siglo VIII, volvieron a surgir algunas dificultadas para la elaboración de vino, consecuencia de la prohibición coránica de consumir bebidas alcohólicas, aunque la realidad era que los árabes españoles bebían vino en abundancia, sobre todo en los festejos y en privado. Con mayor o menor disimulo se realizaba un activo comercio del vino. Por otra parte es conocida la permisividad de algunas dinastías más liberales hacia los cristianos dominados, a los que permitieron continuar con el cultivo de sus viñedos y la elaboración del vino, sobre todo en los monasterios, consecuencia de ello es que el cultivo de la vid continuó e, incluso, se mejoró durante el periodo de dominación musulmana.
      Sin embargo, será durante la reconquista cuando se produce el despegue definitivo de la viticultura en la que juegan un importante papel las comunidades religiosas y los monasterios. El vino era imprescindible para la celebración de sus ritos religiosos, aunque no se conformaron con el necesario para su culto, sino que se encargaron también de abastecer sus bodegas para alegría de los lugareños y peregrinos. De este modo, las viñas comenzaron de nuevo a florecer alrededor de los monasterios y abadías para extenderse posteriormente a otros terrenos. En este periodo se hace extensivo el uso de las barricas de madera para almacenar el vino y, surgen las primeras bodegas.
        Las viñas se fueron extendiendo alrededor de los monasterios cubriendo terrenos a lo largo del Camino de Santiago, la cuenca del Duero y del alto Ebro. Por el Camino de Santiago entran nuevas variedades de uva como por ejemplo la Albariño, al parecer de origen alemán, traída por los monjes cistercienses, al tiempo que van surgiendo los vinos (1) de la ribera del Duero, Lerma, Palencia, el Bierzo y más al norte de los viñedos de la cuenca del Sil. También aparecen vinos en los campos de Castilla a orillas del Eresma así como en la Serena y en tierras de Barros casi en la frontera morisca. A partir del siglo XII comienzan a plantarse viñedos en Cataluña y en la zona de Jerez. Los siglos del XII al XIV corresponden a un florecimiento de los vinos catalanes, principalmente en la zona sur del río Llobregat y por estas fechas fue cuando se formaron los importantes viñedos del Penedés y del campo de Tarragona.
Al tiempo los colonos que vienen del norte empiezan a repoblar los campos reconquistados bajo la protección de las órdenes Militares de Calatrava, Santiago y San Juan. En la Mancha surgen vinos que fueron bravos y toscos, que llegarían a producirse en gran cantidad bajo el apelativo de vinos manchegos (1).
Hacia el Siglo XVI, a las puertas del siglo de Oro, comienzan en España a perfilarse las distintas zonas vinícolas, siendo los vinos de la tierra los que se consumen: vinos de Madrid, de la Mancha, de las tierras de Castilla y León (Cigales, Toro, Rueda, Cacabelos...), de Navarra, de Aragón (donde ya eran muy conocidos los vinos de Cariñena), de Cataluña (Tarragona, del Priorato, Ampurdan y Tierras Altas), de Valencia (durante el siglo XVI los vinos alicantinos más afamados eran los de Villena, Denia, Pinoso o Monóvar y de Valencia los de Sagunto). De los vinos Andalucía, que a pesar de tener una historia de muchos siglos eran poco conocidos en la Corte, destacaba sobre todos los de Jerez de la Frontera. A finales del siglo XV los vinos de Jerez eran ya exportados, sobre todo a Inglaterra. El vino de Malaga era conocido con el nombre de "Pedro Ximénez". En el siglo XVI Andalucía disponía de muchos y buenos vinos. Los vinos extremeños, posiblemente los primeros en llegar al Nuevo Mundo, eran los preferidos de Carlos I. Algunos vinos canarios, especialmente la malvasía de Tenerife y los moscateles de Lanzarote y la Orotava tenían gran aceptación en Europa, sobre todo en Inglaterra donde se les tenía gran estima. Shakespeare los cita constantemente. Vinos de Icod de los Vinos, de Tegueste, Güimar, Taganana, Arafo y San Andres.
         Como dice Eugenio Barea (1): “durante los siglos XVI y XVII los vinos gallegos tenían poca proyección pues casi en su totalidad eran elaborados por los monjes para su culto. Era muy nombrado un vino tinto que conocía como tinto de Orense, al que más tarde se le llamó "vino tostado". Pero en esta época el mejor vino era el llamado "Santo Vino" de Ribadavia, afamado blanco orensano, Tirso de Molina lo llamó vino fondón y Estabanillo González decía que le despertaba "saudades" de su tierra, era un vino que se exportaba a Genova y sobre todo a Inglaterra, que lo compraban a precio de oro, enriqueciendo a los viticultores gallegos, pronto salieron al paso los llamados cristianos del vino que decían que aquellos comerciaban con herejes, por lo que se prohibió esta exportación, lo que dio origen a que los comerciantes ingleses compraran sus vinos a los portugueses dando un impulso a la producción del "porto" y de otros vinos en la ribera del Douro”.
De los vinos de Rioja se sabe que en el siglo XVI salían de Vitoria hacia Bilbao, para hacer competencia a los vinos de Castilla, Ribadavia, y al propio chacolí. En el siglo XVII se asentó firmemente en Vizcaya el comercio de los vinos de Rioja. Ya por entonces Logroño era un emporio vinícola junto a Calahorra y Haro. El siglo XVIII fue cuando se consagraron los vinos riojanos.
         Los siglos XVII y XVIII fueron épocas de popularidad para varios vinos españoles, especialmente para el Jerez, el Málaga y el Rioja. Entre los vinos gallegos, el más afamado seguía siendo el de Ribadavia en la provincia de Orense, cabeza de los famosos Ribeiro ó los de Amandi citado por Cervantes en su Novelas Ejemplares ó los de Salnés, cuyas cepas dieron vida al famoso Albariño en la comarca de Cambados.
En el siglo XVIII (2) “la viticultura va a tener un importante desarrollo, debido a la propia expansión agrícola del país, y como respuesta a una creciente demanda. El hecho más destacado es la incipiente especialización de algunos terrenos para el cultivo de la vid, lo que fue acompañado de un cierto desarrollo económico”. Se introducen nuevas variedades de vid procedentes, sobre todo, de Francia e Italia que se plantan en estacas y en injertos, perfeccionándose las técnicas de vinificación. Comienzan a utilizarse las botellas de vidrio para conservar el vino y se inventa el tapón de corcho. Y un hecho importante es que el monje Dom Pérignon descubre cómo elaborar el vino espumoso en la región de Champagne.
       Dentro del movimiento ilustrado la vid y el vino tiene también su sitio surgiendo cierta literatura, con el sano objeto de optimizar el cultivo de la vid y mejorar la calidad del vino, siendo numerosos los trabajos que aparecen referidos a la mejora de la producción vitivinícola. El siglo XVIII es pues testigo de la mejora en la elaboración de los vinos españoles, tanto por el propio placer a los sentidos como por cuestiones crematísticas para poder competir con los caldos que se elaboran en el extranjero o con otros nacionales que podían resultar competitivos en mercados propios.
El siglo XIX es crucial en la industria vinícola española (3): Se implantan nuevas técnicas industriales de elaboración que sustituyen a las tradicionales artesanales. Por otro lado, la llegada de la filoxera al norte de Europa, que devastó los viñedos a mediados de siglo, contribuyó a con-solidar la vinicultura en España. Muchos vinateros franceses se establecieron al otro lado de los Pirineos, principalmente en la Rioja, Navarra y Cataluña, como única forma para continuar con su medio de vida y trajeron consigo sus variedades de uva, maquinaria y métodos, entre los que destacaban la disposición de las cepas, el control de la fermentación o el sulfitado. Algunas de las plantaciones de Cabernet-Sauvignon y Merlot existentes en la actualidad en La Rioja y Ribera del Duero proceden de este tiempo.
Sin embargo, a finales del siglo la plaga terminó afectando a la península. Afortunadamente en aquel momento ya se conocía la solución para acabar con ella: injertar sobre patrón americano, inmune a la plaga, con lo que la recuperación de las viñas y su producción resultó menos traumática que otros países europeos. A pesar de todo ello durante el siglo XIX los viñedos se multiplicaron y se obtuvieron producciones copiosas de vino, donde la cantidad superaba a la calidad. Eran caldos de entre 13 y 14º, que cuando se encabezaban con aguardiente se llegaban a los 18º (1).
Pasadas estas calamidades, a finales del siglo XIX, comienza a florecer una nueva actividad vinícola. Josep Raventos, después de varios viajes a la Champagne obtiene su primera botella de vino espumoso (cava) en su bodega de Can Codorniú.
Desde entonces, las reestructuraciones de viñedos y la renovación y modernización de los procedimientos de elaboración han caracterizado la actuación de los viticultores y vinicultores españoles, hasta situar a los vinos de España en igualdad de condiciones competitivas que los foráneos, tanto en el mercado nacional como mundial.
El siglo XX es trascendente para el vino en cuanto a la evolución de su calidad, y gracias a las investigaciones de Pasteur de la tecnología aplicada a la elaboración del vino y al nacimiento de Estaciones de Viticultura y Enología en las zonas productoras del país, dependientes del Instituto Nacional de Investigaciones Agronómicas creado en los años 30 que sirven al desarrollo y divulgación de la Enología. Antes en los años veinte se había creado la Oficina Internacional de la Viña y el Vino para resolver los problemas que surjan en la vid y en el vino, dividida en tres secciones, viticultura, enología y legislación.
En el año 1932 nace el Estatuto del Vino, que persigue todo aquello que tienda a distorsionar el mercado de los vinos, y en 1970 se crea el Instituto Nacional de Denominaciones de Origen.
Al final de la década del setenta y en los años ochenta del siglo XX comenzó en España la modernización a gran escala del sector vitivinicola, poniéndose especial énfasis en la producción de vinos de calidad. Consecuencia de ello fue que aumentó considerablemente la cantidad y calidad del vino producido, de modo que al comienzo del siglo XXI la reputación de los vinos españoles los hace competitivos en el mercado mundial del vino.
El 10 de julio de 2003 ve la luz la Ley de la Viña y el Vino. Una ley de cuatro títulos, que tratan sucesivamente de los aspectos generales de la viticultura, de la protección del origen y la calidad de los vinos, del régimen sancionador y del Consejo Español de Vitivinicultura.

Referencias
(1) Eugenio Barea Suarez. Historia del Vino 1ª Parte - Grupo Gastronomico Gaditano. grupogastronomicogaditano.com/Articulos/HistoriaVino1.htm

(2) [PDF]La vid el vino en la literatura economica del si lo XVIII
ler.letras.up.pt/uploads/ficheiros/9609.pdf

(3) Historia - Vinos de España
    www.winesfromspain.com/.../0,3346,1559872_6779257_6779013_0,00...







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