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LA
PESCA EN LA ANTIGUEDAD
La pesca en el mundo antiguo. La
pesca en el mundo clásico: Grecia y Roma. La pesca en el Imperio Romano.
Sistemas de pesca y aparejos de la antigüedad.
La pesca en el mundo antiguo.
En el antiguo Egipto, la pesca y el consumo de pescado, fresco y seco, que procedía del río Nilo, era un alimento básico para gran parte de la población, no así el procedente de mar abierto del que no hay referencias claras, pero esto no quiere decir que no se practicase en los territorios colindantes. Así los israelitas, según evidencia disponible tanto arqueológica como textual, consumieron diversas variedades de pescado tanto de agua dulce como de mar. Las especies de peces de agua salada descubiertas en las excavaciones incluyen el besugo, el mero, la corvina y la lisa. La mayoría de ellos procedentes del Mediterráneo, pero en el período posterior a la Edad de Hierro, algunos provienen del Mar Rojo (1).
En el antiguo Egipto, la pesca y el consumo de pescado, fresco y seco, que procedía del río Nilo, era un alimento básico para gran parte de la población, no así el procedente de mar abierto del que no hay referencias claras, pero esto no quiere decir que no se practicase en los territorios colindantes. Así los israelitas, según evidencia disponible tanto arqueológica como textual, consumieron diversas variedades de pescado tanto de agua dulce como de mar. Las especies de peces de agua salada descubiertas en las excavaciones incluyen el besugo, el mero, la corvina y la lisa. La mayoría de ellos procedentes del Mediterráneo, pero en el período posterior a la Edad de Hierro, algunos provienen del Mar Rojo (1).
Pero si hubo un pueblo en la
antigüedad en el que la pesca marítima y su comercialización fue uno de los
pilares de su economía fue el fenicio. La cultura material de los fenicios
(2) muestra el importante papel del pescado en la alimentación y la
consiguiente integración de la pesca y los peces en su vida cotidiana. Los
fenicios, de origen semita, eran los habitantes de la costa de Canaán, una
estrecha franja de tierra comprendida entre los montes del Líbano y el mar
Mediterráneo. La región que ocuparon, llamada luego Fenicia, era una estrecha
franja litoral de 200 km de largo por 35-40 km de ancho. Es una costa abierta
que permite la navegación y en a que soplan vientos en dirección a la isla de
Creta y Egipto. Sus navegantes se aventuraron por el Mediterráneo recorriendo
el Sur de Italia, y el Norte africano; fueron además los primeros que
establecieron relaciones comerciales con la península ibérica. Navegaron
también por las costas atlánticas y, según testimonios egipcios, realizaron la
hazaña de dar vuelta a África.
En el comercio fenicio de hace 3000 años a. C., destacaban los productos de la
pesca. Para controlar los puer-tos de comercio y las navegaciones, los
fenicios ocuparon islas y promontorios que les permitieran la visibilidad al
mar, así como también otros puertos costeros pegados a tierra firme que les
permitiera garantizar la subsistencia de su actividad agraria-ganadera y
sobretodo pesquera. Dada la importancia que los fenicios daban a las
actividades pesqueras, dondequiera que habitaban trataban de repetir su modus
vivende intentando poner en práctica los usos y técnicas que practicaban en
Oriente desde época ancestral integrándolos en el seno de su cultura de formas
similar. Este sería el caso de las colonias establecidas en la península
ibérica y en concreto en el área del Estrecho (2). Donde además de
pesquerías, introdujeron las técnicas de la salazón, pues era el método más
eficaz de conservación y comercialización del pescado, ya que no se daban las
condiciones adecuadas de transporte y almacenamiento para consumirlo fresco en
las zonas del interior.
Los
fenicios llegaron a la península ibérica no sólo atraídos por las riquezas
minerales (oro, plata, plomo, etc.), sino también por lo que para ellos era
quizá más importante, la abundancia de pesca para fabricar salazones. Fundaron
tres ciudades importantes: Gadir (Cádiz), hacia el 1100 a. C., Sexi
(Almuñécar) y Abdera (Adra) y muchos centros comerciales menores, donde
introdujeron sus técnicas de pesca. Resulta sobradamente conocida la presencia
de numerosas pesquerías y atunaras, regular-mente repartidas en las zonas de
influencia fenicia de todo el sureste peninsular y adrededores del Estrecho,
en donde se elaboraban estas manufacturas que luego se exportaban como mínimo
hasta la propia Grecia continental y Asia Menor.
Ignoramos
desde cuándo ha tenido lugar la pesca de atunes, pero lo que sí parece cierto
es que fueron los fenicios los que crearon el famoso “Circuito del Estrecho”
(3), que se mantendrá en época romana: “los atunes vienen
anualmente a reproducirse al Mediterráneo Occidental procedentes del
Atlántico. En el mes de junio, siguiendo las corrientes dominantes que los
impulsan a costear el litoral de Marruecos, cruzan el Estrecho de Gibraltar y penetran
en el Mediterráneo. En julio, una vez realizado el desove, bordeando las
costas españolas, vuelven al Atlántico. Esta regularidad permite el
establecimiento, en las proximidades de las costas, de unos ingenios destinados
a su captura, conocidos con el nombre de almadrabas”, que según Opiano de
Apemea, que escribió el tratado de pesca en el mar más antiguo que se conoce:
el “Halieulica” o “Halieutika”, com-puesto en los años 177–180, “consiste
fundamentalmente en una red, dispuesta en forma circular, anclada en el fondo
del mar por su extremo inferior y sostenida mediante flotadores por el
superior. Está dotada de una serie de puertas de entrada por las que penetran
los; atunes, que viajan como un pueblo en marcha, cada grupo con su jefe, y a
los que resulta muy difícil salir una vez que han entrado. El atún, intentando
desesperadamente huir, sube a la superficie y es pescado mediante garfios
especiales desde los barcos que cercan la red”.
Los fenicios gaditanos pescaban en alta mar por la zona sahariana
en las embarcaciones llamadas hippoi, de aquí la importancia de las relaciones
entre Lixus –asentamiento costero fenicio situado en el noroeste de lo que hoy
es Marruecos- y Gadir. Las especies más corrientes en la zona del Estrecho y el
Atlántico eran el atún, y en la zona mediterránea el boquerón, la sardina,
chucla y mero (4).
Las artes de
pesca más comunes y abundantes, serían según Opiano, la caña, sedal,
tridente, trampas, redes y como vimos almadrabas. El uso de redes de mano que
se lanzan desde embarcaciones o la costa está perfectamente documentado, así
como el uso de redes de arrastre. La caña y el
sedal que implica el uso de anzuelos estarían indicados para la captura de
pequeñas piezas, pero dado que su productividad es baja como para suministras
el pescado que necesitaba la industria del salazón, la pesca con caña se
utilizaría más como una actividad de recreo que como una actividad laboral.
No sería este el caso de los palangres, que si bien emplea
anzuelos, estos al ser numerosos mejoran el rendimiento del sedal. El palangre
consiste en una larga línea, o cabo madre, de la cual penden multitud de
ramales con anzuelos cebados. Principalmente los palangres los
utilizarían en aquellas zonas cuya cota de profundidad planteaba problemas para
el uso de redes, siendo, en este sentido, un excelente complemento para la
captura de especies que normalmente no se pescaban con artes de cerco (5).
En cualquier caso el sistema de pesca con mejores
ren-dimientos en cuanto al numero de capturas, sería el de las artes de cerco y
en concreto la almadraba. Esta última, presenta excelentes
resultados (5), “debido, principalmente a que los atunes, en
emigración hacia el Mediterráneo para su reproducción, no se alimentan de modo
tradicional, por lo que el uso de cebos y anzuelos reportaría insignificantes
capturas. Sólo sistemas como la almadraba, empleada de forma común y
organizada, permite obtener importantes rendimientos”.
De los barcos
utilizados por los fenicios tenemos cons-tancia de (6): las
gaulas, los barcos de guerra y los hippoi, estos últimos, como acabamos de ver
eran los dedicados a la pesca. Se trata de una embarcación de pequeña
envergadura mucho menor que las gaulas y de propulsión mixta (vela y remo).
Estas naves además de a la pesca se dedicaban al cabotaje para cubrir
distancias relativamente cortas, por lo que no serían aptas para la navegación
de altura, a la que dedicaban las gaulas, que podían transportar hasta 500
toneladas de carga. El elemento mas
distintivo de los hippoi es la cabeza de caballo que llevaría tallada en la
proa, de ahí su nombre, aunque también esto podría ser un elemento distintivo
sobre la nacionalidad del barco. Un
elemento común en todos estos barcos es el tipo de timón que poseen, llamado
timón de espadilla, que consiste en la fijación de un remo generalmente en el
estribor de la nave, para así gobernarla con mayor facilidad.
Sus sucesores, los cartagineses, se dedicaron con más
intensidad si cabe a la pesca y a la conserva de pescado, fabricando muy
prestigiadas salazones, el garum, sacado principal-mente del atún y del
escombro con cuyos escabeches hacían -según los textos griegos- pingües
negocios en todo el Mediterráneo.
La pesca en
el Mundo Clásico: Grecia y Roma.
En la Grecia
Clásica más antigua, la pesca y el consumo de pescado correspondía a las
clases más bajas de la sociedad, y tardaría en llegar a las mesas más
exigentes. No obstante, las enormes posibilidades de explotación económica que
ofrecía la pesca en determinadas zonas del Mediterráneo, la potenciaron y con
ello el consumo y procesamiento del pescado, lo que daría lugar a un comercio
y a una industria importante.
Desde
comienzos de la gran colonización griega en el siglo IX a.C., los pescadores
distinguían las diferentes especies de peces. El interés de los griegos por la
fauna marina se puede observar en mosaicos helenísticos de Pompeya del siglo II
a.C., donde se muestran toda clase de peces. Fue precisamente un autor griego,
Opiano de Apmea, al que ya hemos hecho referencia, el que en su “Halieulica”
nos indica los sistemas de pesca más comunes (5):
"Cuatro
métodos de captura en el mar han ideado los pescadores. Algunos se deleitan
con los anzuelos, y de este grupo unos pescan con largas cañas a las que se han
atado un sedal de crin de caballo bien tranzado, otros simplemente arrojan un
torzal de lino sujeto a sus manos; y otros se recrean con linos emplomados, o
con linos de los que penden muchos anzuelos.
Otros
prefieren disponer redes y de éstas hay las llamadas redes arrojadizas, y las
llamadas de arrastre: rastras, y redondas redes de bolsa, y redes barrenderas;
a otras las llaman redes de cubierta, y con las redes barrederas hay las
llamadas redes de suelo, y redes arrojadizas redondeadas, y las corvas redes
que pueden contener toda clase de pesca; innumerables son las varia-das clases
de redes de astutos senos.
Otros
tienen sus mentes más puestas en nasas que proporcionan alegría a sus dueños
mientras duermen tranquilamente y espléndida ganancia les espera con pequeño
esfuerzo.
Otros
con el tridente provisto de largas puntas hieren a los peces desde tierra o
desde una barca, según lo deseen. La medida adecuada y la recta norma de todos
estos instrumentos las conocen exactamente los que efectúan estos trabajos."
Lógicamente
cada uno de ellos se podía emplear para un tipo de pesca en concreto, según las
necesidades propias y según los condicionantes que impone la configuración de
la costa y fondo, naturaleza de las aguas y el peso de las piezas a capturar.
Pero
ya antes, Aristóteles (5), hacia 340-350 a. C., en su obra “Historia
de los animales” había recogido importantes indicaciones sobre animales
marinos y su pesca, anatomía comparada, reproducción, costumbres, etc.
El
consumo de pescado de mar variaba según fuera el estatus económico y la
situación geográfica. En las islas y en la costa era corriente el pescado
fresco y el marisco (calamar, pulpo, y bivalvos), y aunque con frecuencia se
trans-portaba al interior, el consumo allí era mucho menor.
Entre
los pescados de mar más consumidos estaban el atún, el salmonete, la raya, el
pez espada o el esturión, que era consumido salado. También eran muy apreciadas
las anguilas. Las sardinas y anchoas eran alimentos populares de la ciudad de
Atenas. A veces frescas, pero con más frecuencia se vendían saladas. El más
barato era el skaren (probablemente pez loro) mientras que el atún azul
del Atlántico tenía un precio tres veces superior (7).
Pronto,
en las primeras colonias griegas (800-600 años a.C.) la pesca fue la principal
fuente de riqueza. Este fue el caso de las colonias asentadas en el Bosforo y
en el mar Negro (8), donde los atunes eran tan abundantes que
cuenta Plinio que: “los atunes eran tan numerosos que la flota de
Alejandro Magno al pasar a Asia debió colocarse en orden de batalla como
contra una flota enemiga, pues un barco aislado no podría abrirse camino. No
les asustaba ni el griterío, ni los ruidos, ni los golpes. Solo un estrépito
espantoso era capaz de espantarlos".
La pesca
de atún o de mujol, daba de vivir a mucha gente como pescadores, fabricantes de
naves, preparadores del pescado, mercaderes, etc., ya que la riqueza de estas
colonias se basaba, en gran parte, en sus pesquerías. Los pescadores de Cicico,
situada en el Mar de Marmara, pescaban los atunes a la almadraba. Se les
clavaba un arpón más bien que capturarlos al arrastre.
Los
griegos, como los fenicios e igual que ellos, atraí-dos por la riqueza minera,
las salazones y las pesquerías, fundaron colonias en la península ibérica (Rode
en el siglo VIII a.C. y Emporio hacía el 600 a.C.), y aunque su presencia es
menos clara que la fenicia también los griegos destacaron en la preparación y
elaboraciones de la pesca y, aunque ninguna fuente lo afirme directamente, es
muy probable que bastantes conservas hispanas de pescado que llegaban hasta
Grecia no fuesen de origen fenicio-púnico, como siempre se supone, sino que
hubiesen sido elaboradas en las colonias y factorías griegas del sur de Galia y
costa de Cataluña (9).
La pesca en el imperio romano
Sobre
la industria de la pesca, su funcionamiento y su repercusión en la economía en
el Imperio Romano se conservan suficientes datos, bien significativos de su
importancia. Basta pensar en que Neptuno, el dios grecoromano del mar, era
representado portando un tridente de pesca. El papel que jugaba la pesca en la
economía del Imperio sería similar a la que jugaba la producción de cereales,
el vino o el aceite. El pescado fresco, o en conserva, llegaría a todos los
hogares; las especies más apreciadas a las mesas de los más pudientes, mientras
que el pescado en general se consumía de forma habitual entre las clases menos
favorecidas.
Plutarco
menciona las famosas anguilas; Marcial, Quintililano o Macrobio nos hablan de
sus lampreas y Juvenal, del salmonete que se vendía en los mercados de Roma a
un precio muy alto. Tenemos información sobre la captura de arenques, atún o el
escarus que menciona Petronio. Como se ve, una amplia variedad de especies que
capturaban los pescadores, que se agrupaban en cofradías. La de pescador era
una profesión muy común. Para poder comercializar el pescado fresco, capturado
en las pesquerías más o menos próximas a Roma, entre las que destacarían las de
la costa siciliana, se transportaba vivo hasta Roma donde era almacenado en
estanques de agua salada en el llamado Forum Piscarium, nombre que recibía el
mercado de pescado en la capital del Imperio.
La
actividad pesquera se acompañaba con la crianza de peces en piletas con agua de
mar y agua dulce. Varrón nos cuenta como la cría de peces era muy lucrativa
para las personas que se decidían a construir viveros. La técnica se basaba en
desviar agua del mar para alimentar arroyos privados o estanques. Plinio
también nos da cuenta de esta actividad, nos relata como en la costa meridional
de la península Ibérica, especialmente en Carteia (Cádiz), se excavaban
viveros en la roca natural para mantener los peces vivos y controlar su cría (10).
No hay que aclarar que muchos peces no conseguían desarrollarlos en cautividad,
por lo que la actividad pesquera era inevitable y su importancia se incrementó
durante el Imperio Romano.
Por lo
que se refiere a Hispania, también la explotación de los recursos marítimos se
intensifica y se perfecciona en época romana con respecto a la actividad
desarrollada anteriormente e impulsada sobre todo por las factorías coloniales
griegas y fenicio-púnicas (11). La mayor parte de la tradición
literaria romana sobre Hispania se hace eco de la riqueza pesquera de sus
costas. Concretamente, Estrabón a principios del Imperio y Plinio el Viejo en
la época flavia, subrayan la importancia de la riqueza piscícola de las costas
meridionales atlánticas y mediterráneas llegando a distinguir hasta 18 tipos de
pescados (11). Pero la actividad de los pescadores hispanos no se
reduciría únicamente a las costas ibéricas. De hecho, Estrabón documenta que
los gaditanos se aventuran hasta las costas mauritanas en busca de pesca con
diferentes tipos de barcos, de los que unos, los que utilizaban los pescadores
más pobres, que eran conocidos como caballos por la cabeza de su proa (11),
serían los “hippoi” o “hippos”. Los principales materiales en la
construcción de los distintos tipos de barcos eran la madera de alcornoque,
encina y acebuche.
Mucho más importante que la
pesca para abastecer los mercados de consumo de pescado fresco era, con gran
diferencia, la destinada a cubrir la demanda de las factorías de salazón. De
hecho a partir de la época de Augusto se constata arqueológicamente la
existencia de una importante remodelación en el sector, que se materializa en
el desarrollo, en los más importantes centros urbanos de la Hispania
meridional, de una red de factorías de salazones (11). La salazón
era la conserva por excelencia del mundo romano. También era la única forma
para que las poblaciones del interior, lejanas a la costa pudieran consumir
esta fuente de proteínas. Los “pescados azules”, que eran ideales por su alto
contenido calórico al ser ricos en grasas, eran los más empleados, entre los
cuales se puede situar al atún rojo, la caballa, el bonito o la melva, aunque
también se preparaban pescados de tamaño menor, como sardina o caballa.
En
estas factorías, además de las salazones (salsamentum), elaboraban una
amplia gama de productos derivados, siendo especialmente relevantes las
salsas, como el garum, la liquamina o licuamen, la Muria,
el Allex (allex, hallec o hallex) o la cordula, que solían
estar presentes en la mayoría de las recetas de la época. El garum era el
más conocido y apreciado (12), obteniéndose por fermentación natural
de las vísceras del pescado, contando con un antiséptico, la sal, que evita la
putrefacción. Se preparaba con infinidad de variedades, tanto de gran tamaño
-caso del atún, como especies más pequeñas, mezclándose con sal, a razón de una
parte de sal por ocho de pescado. Luego se dejaba secar al sol durante semanas,
removiéndose la pasta diariamente y, finalmente, se colaba repetidas veces
hasta obtener una salsa clara que se envasaba en ánforas para su transporte y
comercialización. El garum que gozaba de mayor predilección era el
obtenido a partir del atún o la caballa, que podían alcanzar precios
exorbitados en el mercado.
Sistemas de pesca y aparejos
en la antigüedad *
De los cuatro sistemas de
pesca descritos por Opiano: anzuelos, redes, nasas y tridentes, el más
importante era, entonces como hoy, la pesca con red, por su versatilidad,
rendimiento y posibilidades de aplicación. Se utilizaban toda clase de redes,
de malla más o menos fina, según la clase de pesca a que estuviese destinada.
Existían la red fija, la red arrastrada por un barco, etc. Pero la mejor arte
de pesca era la almadraba. Si bien de la pesca con red era de donde provenía la
mayor parte del pescado que llegaba a las factorías de salazón, no nos podemos
olvidar de las otras artes, no sólo porque no siempre se podía utilizar las
redes, sino porque muchas veces eran mejores para determinados tipos de peces,
o para cubrir determinadas necesidades de los mercados, o porque no todos los
pescadores podían disponer de redes.
Aunque el anzuelo ya era
conocido en la Edad de Piedra, fue inventado mas tarde que la flecha y el
arpón, por lo que comenzaremos por el estudio de estas artes, que podemos
generalizar como pesca con útiles punzantes (5), que
las más de las veces eran instrumentos arrojadizos. Los arpones consistían en
un largo astil de madera, que por su fortaleza, solía ser de olivo, finalizado
en una cabeza metálica, aguda y punzante, generalmente fabricada en hierro y,
más raramente en bronce. Esta cabeza podía ser de varias
“espigas” (3 o 4), que era el caso de los tridentes.
Al principio
los arpones se utilizaban en ríos y mares poco profundos para luego emplearse,
junto con los tridentes, tanto para la captura de grandes animales marinos,
como para atrapar peces de talla media y pequeña que frecuentaban el litoral.
De acuerdo con Opiano (5) “cuando más útil se revelaba este sistema
era en la pesca nocturna: las embarcaciones faenaban durante la noche
llevando una serie de lámparas o antorchas encendidas en la proa u otras zonas
de la nave. Una nube de peces se arremolinaba en torno a la arráyente luz,
siendo blanco de fácil acierto para la destreza de los expertos arponeros”.
En
cualquier caso, dado los relativos bajos rendimientos de este tipo de pesca
para abastecer las factorías de salazón, se emplearía más bien para la captura
de especies complementarias que, seguramente, tendría su reflejo en el marco de
una economía doméstica.
Instrumentos
punzantes también se empleaban en las pesquerías de atunes, pues eran
imprescindibles para la captura y el izado de los atunes a bordo de las
embarcaciones almadraberas.
La pesca
con anzuelos implicaba diversos métodos: caña, pesca de fondo y
palangre, siendo la más popular y conocida la pesca con caña.
La
forma de los anzuelos, cuyo principal objetivo era la correcta sujeción de la presa,
no ha variado significativamente hasta hoy. Los
anzuelos romanos se componen de cuatro partes (12): la cabeza, por
la que se une al sedal, la caña o vástago principal, el gancho en forma de U y
la punta o lengüeta empleada para enganchar la pieza. Esta disposición general
podía tener variaciones según el tipo de pez que se pretendiera capturar (5):
“Los había de diversos grosores y pesos. Asimismo, podían presentar uno o
varios ganchos, formando así anzuelos sencillos, dobles, muy empleados en la captura
de grandes presas, cuádruples, constituidos por la reunión de cuatro ganchos en
una sola pieza de plomo cuadrada en la que se colocan uno en cada esquina,
etc.... Finalmente, para piezas de gran calibre se empleaba un grueso anzuelo
unido a una cadena metálica (hamus catenatus)”.
Los anzuelos se fabricaban de
hierro, bronce o cobre, dependiendo del tamaño de la pieza a capturar, siendo
los preferidos los de bronce. El bronce a veces se mezclaba con importantes
cantidades de zinc y aluminio lo que les confería mayor resistencia a la
oxidación (5).
De la pesca
con caña, indicada para la captura de pe-queñas piezas, tenemos
vestigios muy antiguos, entre los que destaca la pintura de un pescador con
caña del antiguo Egipto, que tiene alrededor de 4.000 años de antigüedad. En la
Antigua Grecia también encontramos que Platón y Aristóteles mencionan la pesca
con caña, y Plutarco da consejos sobre los sedales para pescar (13).
La
caña, siguiendo a Opiano, a Eliano e incluso a Homero (en la Iliada) (5)
“Se trata de un instrumento compuesto por una vara larga realizada en materia
vegetal, flexible y resistente, que posibilita diversos grados de dureza según
las piezas deseadas. En su extremo se coloca un largo hilo o linea, fabricado
de lino o de crines de caballo, preferiblemente de color neutro que no haga
desconfiar a las presas. La confirmación de una captura se indicaba mediante
el hundimiento de un flotador o veleta, colocado a una determinada altura en el
sedal, que recibía el nombre de indicium. Para su confección se solía
emplear el corcho. En el extremo del sedal se colocaba el anzuelo y,
fuertemente enganchado en éste y lastrado mediante la colocación de unos
pesos de plomo, se sujetaba el cebo”.
El
cebo (5): “para peces de pequeño tamaño solía consistir en
insectos (Marcial), aunque se empleaban otros nu-merosos elementos como la
grasa de cerdo, gusarapa, almeja, intestinos de peces o de moluscos, etc..
(Eliano y Opiano). Como dato curioso merece destacarse asimismo, la utilización
de los desechos provenientes de las fábricas de salazón y pescaderías
(Aristóteles y Columela). Importante es, asimismo, el uso de peces vivos como
cebo y, en caso de no disponer de ellos, el empleo de ingeniosos sistemas
alternativos que posibilitan la pesca. El más interesante es el uso de un peso
de plomo, llamado "delfín", que introducido en la boca el pez muerto,
le imprime un movimiento que hace parecer que está vivo, engañando a los
depredadores (Opiano). Por otra parte, no eran pocas las ocasiones en que se
empleaba un cebo artificial”. El romano Claudio Aelian (170-235 d.C.) (13)
escribió sobre los pescadores de trucha de Macedonia, que usaban moscas
artificiales o anzuelos con cebos emplumados.
La
pesca con caña era empleada, en general, como actividad de recreo,
constituyendo un pasatiempo muy querido para los hacendados y los
miembros dirigentes de la sociedad (5).
También
se practicaba la pesca de fondo con sedales y el palangre,
método que integra varios anzuelos cebados alrededor de un cabo principal.
La
pesca de fondo con sedal, de escaso significado económico, consistía (5)
“en colocar cerca del cebo una fuerte plomada para lastrar el sedal que se
sostenía sin caña, directamente en la mano del pescador. Esta posibilidad
permite capturar piezas de buen tamaño con las que habitualmente se entablaba
una lucha en la que había de intervenir una barcaza de auxilio desde el agua”.
El
palangre, ya descrito al tratar las técnicas de pesca fenicias, mejoraba
considerablemente el rendimiento de la pesca con caña o sedal, al utilizar
conjuntamente numerosos anzuelos. Pues, como ya vimos, el palangre no es otra
cosa que un cabo madre del que penden diversos ramales con anzuelos cebados.
Otro
sistema practicado en la antigüedad era la pesca con nasas.
Estas, que en su concepción y forma han variado muy poco desde la antigüedad
hasta hoy, si exceptuamos los materiales de construcción, consisten en un
cesto de forma cilíndrica hecho de red o juncos entretejidos con una especie de
embudo dirigido hacia dentro en su base, de forma que cuando la presa entra, ve
dirigido su recorrido, cayendo en un depósito del que le es imposible salir. Se
construían básicamente de mimbre o esparto y aunque las había de diferentes
formas y tamaños, las más usuales tenían un aspecto de jaula alargada.
Las
nasas se fijaban al fondo o bien se suspendían de una cuerda sobre el fondo del
mar o del río, siempre con un cebo que incitara a los peces o mariscos e
introducirse. Su presencia se indicaba en la superficie mediante un flotador de
corcho. Algunos textos (5) indican que para potenciar las
posibilidades de captura los antiguos pescadores procedían a esparcir sobre el
agua, una serie de sustancias que atraían la voracidad de los peces, como era
el caso de la harina, miga de pan, plantas aromáticas, etc. En este sentido
veamos lo que nos cuenta Opiano (5):
"El
pescador entreteje una nasa de esparto de prieta trama, y dentro pone una torta
de algarrobas empapada en vino oloroso, y mezcla dentro la lágrima de Mirra
(...) Una vez mezclada la sagrada savia con el resto, el pescador ancla su nasa
entre las olas y, en seguida, la fragancia del lirio se difunde por el Mar, y
llama a los rebaños de variadas clases; y los peces, atraídos por el dulce vaho
obedecen a la llamada, y en seguida la nasa está rebosante, trayendo al
pescador una recompensa de espléndido botín".
El
empleo de las nasas parece (5) que, en general, se vinculaba a
capturas de especies de escasa talla (no superiores a 30-50 cm),
preferentemente de habitat fluvial o lacustre distintas, por tanto, de las
habitualmente empleadas en la elaboración de salazones.
Durante
la Época Clásica el empleo de redes es general en todo el
Mediterráneo y es el método de pesca que suministra la mayoría del pescado a
las factorías de salazón. Se utilizaban redes de todo tipo y de malla más o
menos fina, según la clase de pesca a que estuvieran destinadas. Las había
fijas, de arrastre por barco, etc. Sin olvidar la más importante: la almadraba,
de la que ya hablaremos. Muchas de estas redes han sido descritas por Opiano (5).
Entre
los tipos de redes más habituales estarían la denominada iaculum o
funda, una red de tamaño pequeño con forma de embudo y provista de plomos que
se lanzaba al agua desde lugares elevados, cercanos al mar; la red de arrastre,
llamada sagena, verriculum o tragula, formada por un largo
rectángulo que se coloca verticalmente en el mar, su parte central, en forma
de gran bolsa, retiene numerosos peces; y, finalmente, la red de mano, que
Opiano (5) denomina hypoché. Su empleo a modo de
caza-mariposas, permitía capturar pequeños peces cercanos a la orilla así
como esponjas, ostras y erizos, etc.
De
cualquier forma, el conocimiento de todos estos tipos plantea problemas pues, a
decir de Opiano (5): "Innumerables son las variadas clases
de redes de astutos senos". Algunos de ellos quizá podrían asimilarse
a tipos actuales como el trasmallo o las redes de boliche o jábega. El primero
es un arte típicamente de fondo formado por tres redes, una central más tupida,
y dos exteriores superpuestas. La pesca con trasmallo se basa en que los peces
en sus desplazamientos no perciben la red con lo que al tropezar con ella
empujan el paño tupido formando bolsas de las que ya no pueden salir. Con el
trasmallo se pescan especies de fondo como pageles, doradas, sargos, salmonetes
o lubinas. El boliche, bol o jábega es un arte de red de cerco y tiro,
compuesta de un copo central y dos bandas, de las cuales se tira desde tierra
por medio de cabos sumamente largos, muy utilizada hasta tiempos recientes en
que fue prohibida.
Cabe,
por último, hablar de los reteles (12), una modalidad
de pesca que, a juzgar por testimonios arqueológicos pudo haberse usado en
época romana en nuestras costas. Un retel consiste en un aro de metal
con una red en su interior, que puede tener forma de bolsa, donde se coloca el
cebo para atraer a los mariscos que quedarán atrapados en dicha red. El empleo de las redes no
difiere significativamente de unos tipos a otros y su elección se realiza de
acuerdo con las necesidades.
Otro modo de pesca, este más
arcaizante, sería el de corrales (12) que son
construcciones que se levantan en las rasas maréales y zonas de playa con la
intención de retener la pesca cuando se produce la bajamar, sin tener que
aventurarse en el mar. Suelen ser de forma redondeada y aprovechan los
accidentes del terreno. Cuando se produce la marea alta el agua los cubre por
completo, permitiendo la entrada de todo tipo de peces y crustáceos; cuando la
marea baja, los animales quedan atrapados en estos corrales, ya que su tamaño
no les permite escapar. El agua recogida se filtra a través de los intersticios
de las rocas, dejando un lecho fangoso o seco donde se puede obtener una
rentable captura sin gran esfuerzo, lo cual le convierte en una actividad
complementaria idónea para el suministro, aunque sea a pequeña escala, de los
centros de salazón (5). Los corrales de pesca, muy abundantes en las
costas de Andalucía, han estado en uso hasta mediados del siglo XIX, cuando
fueron suprimidos por considerárseles perjudiciales para la pesca.
Otro sistema de pesca
alternativo sería el uso de sus-tancias venenosas o
estupefacientes extraídas de determinadas plantas, de cuyo empleo sólo
tenemos referencias literarias (5). El producto obtenido o la misma
planta machacada, se esténdía sobre la superficie del agua, causando la muerte
o la incapacidad de los peces de los alrededores que, ascienden a la
superficie y son fácilmente capturados. Una planta famosa en la Antigüedad por
sus propiedades estupefacientes y empleada para la pesca es la llamada cyclamen.
Su empleo lo describe así Opiano (5):
"Hay
otro método de pesca practicado por los pescadores que usan veneno, los cuales
elaboran un pernicioso veneno para los peces, y acarrea rápida muerte a las
razas nadadoras. Primero, con fuertes disparos de proyectiles, y golpes de
palos y azotes de los remos, conducen a las infelices hileras de criaturas del
mar a un lugar curvo, a alguna bahía rota con numerosos escondrijos; allí los peces
se deslizan bajo las cóncavas rocas y los pescadores colocan por todas partes
bien entramadas redes de lino... Entonces un hombre toma abundante arcilla
blanca junto con la raíz que los médicos llaman cyclamen, mezclándolas con sus
manos amasa dos tortas y salta sobre las redes dentro el mar (...) En seguida
el nocivo y desagradable olor llega hasta lo peces en sus moradas y sus ojos se
nublan, les pesan la cabeza y los miembros y no pueden permanecer en sus
escondrijos, sino que salen de las rocas aterrados (...) Pesados como
borrachos, embriagados por el mortífero olor, dan vueltas por todas partes sin
encontrar un sitio libre de la plaga y se precipitan violentamente dentro de
las redes, ansiosos de escapar..."
La
utilización de técnicas semejantes es imposible de constatar en las
actividades pesqueras asociadas a instalaciones de salazón, pues ninguna
fuente, directa o indirecta, así parece indicarlo.
Llegamos así al sistema de
pesca más importante, de la Época Clásica, para el suministro de pescado a las
industrias de salazón: Las almadrabas. La
almadraba consiste en un conjunto de redes, y embarcaciones de apoyo,
que colocadas convenientemente al paso de la ingente masa especies
marinas que realizan movimientos migratorios conjuntos entre el Atlántico y el
Mediterráneo, como el atún y otras muchas especies de peces, permite organizar
su captura. Las almadrabas se denominaban "de paso" o "de
derecho" cuando se colocaban para los atunes de entrada en el
Mediterráneo, en primavera; por otra parte, se denominaba almadraba "de
retorno" o " de revés" a la que se colocaba con ánimo de
capturar los jóvenes atunes hacia finales del verano. Resultaban más rentables
las primeras, ya que los atunes eran más grasos.
La
almadraba, de la que nos da noticia Opiano (3), consistía
fundamentalmente en una red, dispuesta en forma circular, anclada en el fondo
del mar por su extremo inferior y sostenida mediante flotadores por el
superior. Está dotada de una serie de puertas de entrada por las que penetran
los atunes que viajan como un pueblo en marcha, cada grupo con su jefe, y a los
que resulta muy difícil salir una vez que han entrado. El atún, intentando
desesperadamente huir, sube a la superficie y es pescado mediante garfios
especiales desde los barcos que cercan la red. El mismo Opiano nos indica como
funcionaba este arte de pesca (5): "Abundante
y prodigiosos botín obtienen los pescadores cuando la hueste de los atunes
avanza en primavera. Lo primero de todo, los pescadores marcan un sitio en el
mar, no demasiado angosto al pie de riberas abruptas, ni demasiado expuesto a
los vientos, sino que tengan la debida proporción de cielo abierto y de
abrigados escondrijos. Entonces primero sube a una alta y escarpada colina un
vigía de atunes, el cual hace conjeturas acerca de los variados cardúmenes que
se aproximan y de su clase y de su número, e informa a sus compañeros.
Inmediatamente despliegan todas las redes a modo de ciudad entre las olas,
pues la red tiene sus poneros y en su interior puertas y más recónditos recintos. Rápidamente
los atunes avanzan en filas, como falanges de hombres que marchan por tribus,
unos más jóvenes, otros más viejos, otros de mediana edad: infinitos se
derraman dentro de las redes, todo el tiempo que ellos desean y la cantidad que
admite la capacidad de la red. Y rica y excelente es la pesca".
En
definitiva, como ocurre hoy (5), los atunes al encontrar su paso
cortado por las redes no tienen más remedio que seguir un camino determinado,
que les lleva a una cámara final, cerrada por todos sus lados y cuya única
salida se encuentra arriba en la superficie, constituyendo una auténtica trampa
mortal, por lo que se la denomina cámara de la muerte. Esta última cámara posee
un fondo de red (saco del copo) que es la que, finalmente, izan los pescadores
a mano, operación denominada "levantada", obligando a los atunes a
aproximarse a la superficie del cerco. Allí son fácilmente atrapados e izados a
bordo, mediante un largo palo acabado en gancho, la "bichera".
Históricamente, han existido
tres tipos de almadrabas (14): la de vista o tiro, la de buche y
la demonteleva, las dos últimas se fijan al fondo con anclas. La primera,
de vista o tiro, es a la vez un arte de cerco y arrastre. La pesca comienza una
vez que se avista el banco de peces, con la salida de los barcos para colocar
el cerco de redes, más o menos cercano a la orilla, donde quedan atrapados los
peces y luego se tira de las redes desde tierra para sacar las capturas a la
playa y dar muerte a los peces sobre la arena. La almadraba de vista o tiro, en
la que, como acabamos de ver, el cerco se monta inmediatamente después del
avista-miento, pertenece a la misma categoría que las artes de red lanzadas
desde embarcaciones y recuperadas desde la borda o desde la orilla. Este tipo
de almadraba fue la más empleada en al Antigüedad, como se deduce claramente
del texto anteriormente citado de Opiano.
Las
almadrabas fijas, de buche y de monteleva, con-sisten en una serie de
cámaras realizadas con paredes ver-ticales de red que se plantan o anclan en paralelo
a la costa y a una distancia corta de la misma unos días antes de que aparezcan
los peces. Son, por tanto, trampas que esperan la llegada de los atunes que,
mediante el ingenio de redes, se dirigen a una cámara final (de la muerte) en
la que quedan atrapados hasta que los pescadores se deciden a cobrar las
presas. En esta última cámara (buche) se encuentra el copo, una red horizontal
colocada en el fondo, que se iza en la maniobra final de la pesca para subir
los atunes a las bordas de los pesqueros en los que se les da muerte.
Las
diferencias entre las almadrabas de buche y las de monteleva (14)
son el tamaño y la complejidad del arte. Las de buche suelen constar de dos
cortinas de red o raberas; la de tierra corta el paso a los atunes y los dirige
al «buche» o cámara de la muerte, mientas que la de fuera evita que se escapen
los que están dentro del arte. Las de monteleva poseen, además de las raberas,
diversos recintos y puertas de red entre ellos para distribuir los atunes que van
entrando y conducirlos ordenadamente a la última cámara.
Referencias
* Para su descripción y
técnicas de uso en la antigüedad seguiremos a Julio Martínez Maganto (7).
(1) Historia del pescado y marisco - Wikipedia, la enciclopedia libre
https://es.wikipedia.org/wiki/Historia_del_pescado_y_marisco
(2) La
pesca entre cananeos y fenicios: la documentación epigráfica...
digital.csic.es/handle/10261/22578.
De J.A. Zamora - 2004 -
(3) [PDF]
Aportaciones al estudio de la pesca en la antigüedad...
institucional.us.es/revistas/habis/2/11%20abad%20casal.pdf
A. Moreno Páramo y L. Abad
Casal
(4) Los
fenicios y el mar. nazarettfm.blogspot.com/
(5) JM
Maganto. Las técnicas de pesca en la antigüedad y su implicación
económica en el abastecimiento
de las industrias de salazón.
https://www.uam.es/otros/cupauam/pdf/Cupauam19/1909.pdf
(6)
Tipología naval fenicia | La Navegación Fenicia
navegacionfenicia.blogspot.com/2015/.../tipologia-naval-
fenicia.html
(7)
Historia del pescado y marisco - Wikipedia, la enciclopedia libre
https://es.wikipedia.org/wiki/Historia_del_pescado_y_marisco
(8) La
pesca en la antigüedad y sus factores económicos. JM Blázquez
www.cervantesvirtual.com/.../la-pesca.../01897aee-82b2-11df-acc7-0021...
(9) Economía
de la colonización fenicia y griega en la Península Ibérica
Gredos.usal.es/jspui/…/1/Economia
de la colonización fenicia y gr.pdf
(10)
Reportaje - la pesca en el Mediterráneo Antiguo | Mediterráneo ...
www.mediterraneoantiguo.com/.../reportaje-la-pesca-en-el-
mediterraneo....
(11) Pesca
y salazones - Contextos - ARTEHISTORIA V2
http://www.artehistoria.com/v2/contextos/5860.htm
(12)
Bertan 17 - La época romana: Capítulo 7: La pesca y las conservas
http://bertan.gipuzkoakultura.net/eu/17/es/7.php
(13) Las
primeras pescas con anzuelos. : Pescaresmipasion
pescaresmipasion.webnode.es/news/las-primeras-pescas-con-anzuelos-/
(14) E.
García Vargas y D. Florido del Corral. Tipos, origen y desarrollo histórico de las almadrabas
antiguas. Desde época romana al imperio bizantino.
personal.us.es/dflorido/uploads/.../sagena%203
cap%2011web.pdf
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